Seleccionar página

Al pasar bajo el arco de la Plaza Mayor que da salida a las escalerillas del Mercado, los mayores cuentan a los niños el misterio de la mujer muerta: aquí se mató una mujer. Los niños levantan la mirada, se agarran con más fuerza a la mano de quien los lleva y con mucha seriedad contemplan la inscripción de la mujer muerta.

Un escalofrío cosquillea entonces en la nuca de los niños. Detienen irremediablemente su marcha bajo el balcón y sin dejar de observar el mensaje de piedra preguntan: ¿pero quién era? ¿qué le pasó?

Aquí se mató una muger rueguen a Dios por ella año 1838 [SIC]

Lo que sí sabemos es que en otros lugares existen inscripciones parecidas. Sin irnos muy lejos de la Plaza Mayor, en la recoleta placita de Sexmeros, sobre la fachada de una casa frente a la iglesia de san Julián, encontramos esto:

En otras ciudades también se recogen testimonios de inscripciones parecidas. En Segovia, frente a la iglesia de santa Eulalia, bajo unos porches, Julián María Otero en 1915 en el libro Itinerario sentimental de la ciudad de Segovia, o sea, un paseo por sus calles… recoge una de estas inscripciones.

Adosada al muro se ve una cruz con esta leyenda <<Aquí murió un hombre. Pedid por él>>”.

En Córdoba, en la pared del convento de santa Ana hay una cruz de madera en cuya peana se puede leer:

Aquí se mató un hombre que cayó de esta pared rueguen al Señor por él. Año de 1677.

Los libros de Historia no dicen nada de estas inscripciones. La Historia sólo se ocupa de los grandes acontecimientos. Las historias pequeñas, las conmociones individuales, la intrahistoria de una mujer muerta en la Plaza Mayor y de un hombre asesinado en la plaza de Sexmeros, le importan sólo a la Literatura.

Una explicación de estas inscripciones la aporta Eulogio Florentino Sanz en Don Francisco de Quevedo Drama en cuatro actos:

Escuchad con atención:
(con lentitud)
Siempre que es muerto un cristiano
al golpe de agena mano [sic]
sin hacer su confesión, los vivos, que en la infinita
bondad esperan con fe,
donde el hombre muerto fue
Clavan una cruz bendita.
[…]

Y esa cruz santa
lúgubre allí se levanta,
para repetir a todos:
—por tragedia tan cruel
del cielo invocando el nombre—
<<Aquí mataron a un hombre…
rogad al cielo por él>>

Es decir que la clave de este tipo de inscripciones estaba en morir sin confesión. Cuando eso sucedía, familiares y amigos del fallecido pedían a través de las inscripciones, a todo el que pasara por el lugar, cuantas más oraciones mejor para que le fueran perdonados al muerto los pecados que no pudo confesar.

Juan Ramón Jiménez, aporta una explicación parecida:

La noche echada, María,
y el pueblo triste y con luces
que dulce melancolía
se pone sobre esas cruces!
Aquí mataron á un hombre
allí un hombre se mató…
cada cruz enseña un nombre
—¿los has leído— yo no…

yo nunca los he leído
un asesino… un suicida…
un hombre que va vestido
De negro por la otra vida.

Juan Ramón, más generoso que Florentino Sanz, extiende el efecto redentor de las inscripciones no sólo al que fallece sin confesión “al golpe de ajena mano”, también a los que toman la peor de las decisiones y ponen fin a sus vidas.

Una explicación algo distinta es la que aporta Clerjon de Champagny, un soldado francés que escribió Álbum de un soldado durante la campaña de 1823 en España. Una especie de diario en el que habla de las costumbres españolas que va encontrando a su paso por el país. Francisco Morales Padrón hace alusión en Guía sentimental de Sevilla al contenido de este diario :

[…]los petimetres sevillanos que al pie de la reja cantan serenata a las amadas. Si surge un rival la reyerta es inevitable. Y si uno de los fogosos amantes muere, en la casa de la beldad disputada se fija un azulejo coronado con una cruz negra con estas palabras: <<Aquí mataron a tal…etc>> Inscripciones que no intimidan a los enamorados por lo que a veces se encuentra repetida la fúnebre plaquita en la misma mansión”.

Siguiendo las explicaciones del romanticón soldado francés, tras estas inscripciones se ocultarían historias que en realidad no son de amor sino de rivalidad incontrolada entre dos hombres, que con los ojos puestos en la misma mujer echaron mano a sus espadas, puñales, arcabuces o vaya usted a saber qué, para resolver el conflicto. Y apuesto a que sin molestarse en pedir opinión a la interesada. detallín sin importancia en aquellos siglos…

Mucho antes de la aparición de los petimetres, Calderón de la Barca sostiene la misma teoría que el soldado francés. En Hombre pobre todo es trazas, Calderón describe el enfrentamiento de dos hombres por una mujer.  En este fragmento el escritor deja claro que no todos los españoles eran de duelo fácil. Don Félix y don Rodrigo se disputan a a doña Beatriz, pero don Rodrigo no está muy por la labor de protagonizar una de estas inscripciones:

FEL
Has procedido
como villano cobarde

 

RODR.
Así moriré más tarde
[…]
que por eso
no hemos de reñir tampoco

 

FEL:
A estocadas

 

RODR.
¿A estocadas?
[…]
que no han de decir por mi:
Aquí mataron a un hombre
Sino: aquí como un lebrel
(Desta suerte han de decir)
A un hombre hicieron huir
rueguen al miedo por él.

Las inscripciones solicitando oraciones para muertos anónimos más o menos misteriosos debieron de ser muy frecuentes en los siglos XVII, XVIII, y XIX. Los escritores las consideraban un hecho conocido, entendido por todos y aludían a ellas incluso en tono burlesco como Tirso de Molina en La Romera de Santiago:

Traigo los pies y son vainas
donde el juanete profesa
tan gran clausura, que obliga
con las meninas tijeras
a la cuchillada en cruz
Y dice abajo una letra:
<<Aquí mataron a un callo,
Rueguen a doña Teresa,
que se calce un punto más,
porque de esta suerte tenga
su apretado pie en descanso
De cordobán y de suela.

La reiteración de aquellas inscripciones no ha llegado a nuestros días porque muchas de las casas que guardaban en sus muros el recuerdo de una muerte fueron derribadas.

Así ha ocurrido en Salamanca, donde encontramos testimonios de alguna de esas cruces hoy desaparecida:

En la calle de la Rúa, el día de san Marcos de 1752, caminaba pacíficamente Tomás, arreando dos mulas cargadas con aceite. No muy lejos de allí, una muchedumbre algo perjudicada por el vino y la fiesta había procedido a la suelta del Toro de san Marcos. Un toro enmaromado que inició una rápida carrera calle Zamora abajo.

Los participantes llevaban al toro hasta la Universidad con el objetivo de que el animal entrara por una puerta y saliera por otra como ordenaba la tradición.

Tomás, ajeno a la fiesta, seguía su camino por la calle de la Rúa. El toro no tardó mucho en llegar a la Rúa. Cuando el astado se encontró con Tomás lo empitonó sin piedad. De nada sirvieron los esfuerzos de los jóvenes que tiraban de la maroma para quitarle de encima el toro al arriero. Tomás perdió la vida entre los cuernos de aquel toro. Al año siguiente se prohibió la suelta del Toro de san Marcos.

La tragedia de Tomás se grabó con una cruz sobre pizarra que se colocó en el punto donde sucedió la desgracia. No conocemos ese punto porque el muro donde se colocó la cruz tampoco se ha conservado.

Como la cruz de Tomás, otras muchas cruces habrán desaparecido al derribarse casas viejas. 

Quién sabe si la mujer de la Plaza Mayor soportó una existencia atormentada que la arrastró al suicidio, o si fue una mujer alegre más propensa a la risa que a la lágrima, que al pasar junto al arco de la Plaza un día de 1838 sufrió un accidente fatal.

Quien sabe si el hombre asesinado de la plaza de Sexmeros murió víctima de rivalidades políticas o hasta familiares, si se encontró con un bandido al que negó la bolsa y le quitó la vida, o si murió porque amó a una muer, que en el año de 1792 tal vez residió al otro lado del muro que hoy sostiene la inscripción de aquella muerte.

De la mujer muerta en la Plaza Mayor y del hombre asesinado en la plaza de Sexmeros no sabemos mucho. Pero sí sabemos que tuvieron una muerte repentina que sumió a su entorno en una tristeza tan grande, que cinceló la piedra de los muros y viajó en el tiempo, y todavía hoy ensombrece la mirada y el semblante de todo el que pasa atento a las historias que guardan entre las piedras los muros antiguos.

*Artículo publicado el 2 de noviembre de 2011. Actualizado el 23 de julio de 2024

BIBLIOGRAFÍA

  • Paseos por Córdoba ó sea apuntes para su historia. Teodomiro Ramírez de Arellano. 1873. Córdoba
  • Itinerario sentimental de la ciudad de Segovia, o sea , un paseo por sus calles… Julián María Otero. 1915
  • Guía sentimental de Sevilla. Francisco Morales Padrón.
  • Don Francisco de Quevedo: drama en cuatro actos. Eulogio Florentino Sanz.
  • La romera de Santiago. Tirso de Molina
  • Pastorales. Juan Ramón Jiménez.
  • Hombre pobre todo es trazas. Calderón de la Barca.
  • Salamanca y sus alrededores su pasado, su presente y su futuro. Eleuterio Toribio Andrés Talleres tipográficos «Cervantes» de Avelino Ortega, 1944. Salamanca.

Puede que también te interese

Tormenta histórica en Salamanca

Tormenta histórica en Salamanca

La vida está llena de tormentas. A veces vamos viendo cómo se avecinan, pero en ocasiones explota el trueno en medio de un último rayo de sol. El 27...

¿Hacemos un descanso del mundo real?


Cuentos para respirar hondo y seguir adelante 💪

Fantasmas. Laura Rivas Arranz.

Los fantasmas no existen

—Los fantasmas no existen. No sé cuántas veces me lo repitieron de niña. Nunca me lo creí del todo. Hasta que me hice mayor. Creces, y te confías… Dejé de prestar atención a crujidos inexplicables, a pisadas de nadie, a las voces que dicen mi nombre en la duermevela....
El día que se rompió el planeta. Ilustración de Laura Benavente Cuento de Laura Rivas Arranz,

El día que se rompió el planeta

El día que el planeta se partió en dos yo estaba en el pasillo de lácteos del supermercado. El suelo tembló. De la estantería frigorífica brotó una cascada de yogures. Me quedé petrificada mirando los quesos semicurados, como si pudieran explicar qué sucedía. Una...
El sentido del viento. Laura Rivas Arranz. Cuento

El sentido del viento (desenlace)

Hay relatos que nacen por casualidad y se desarrollan al calor de los oyentes, de los lectores, al calor de sus corazonadas. Éste es uno de esos relatos. Gracias a los que participasteis leyendo el planteamiento del cuento y disteis las pistas para que la historia de...
Valentina está decidida a matarse. Cuento de Laura Rivas Arranz

Valentina está decidida a matarse

El reloj de la catedral da las ocho de la tarde. Valentina cierra los ojos como si pudiera amortiguar de ese modo el estruendo de las campanas. Tan cerca está de ellas que podría rozarlas con sólo salir del escondrijo y caminar dos pasos. El vigilante acaba de subir a...
Nota para una historia de Halloween. Microcuento de Laura Rivas Arranz

Nota para una historia de Halloween

Un día te levantas, el sol ha salido, los pájaros juro que hasta cantan, el aire huele a bosque protegido. Y te das cuenta: tu vida rota le es indiferente al sol, a los pájaros, al aire y al viejo bosque protegido. *** El cuaderno se ha abierto por azar en la hoja...
Velatorio 3. Laura Rivas Arranz., Cuento

Velatorio 3

—Hace un frío tremendo, Mónica… Me lo ha dicho mi madre con los ojos en lágrimas. Me levanto como si confiara en que mis pies sostendrán el peso de mi cuerpo. Me sostienen. Salgo de la habitación, y golpeo la primera puerta que aparece en mi camino. La voz del...
La grieta. Cuento de Laura Rivas Arranz

La grieta

Hace doce meses una grieta partió por la mitad el jardín. La tierra se abrió en dos y emergió de la nada una sima profunda . Han venido a verla dos geólogas, una directora de documentales, un topógrafo, una ingeniera técnica y un espiritista. Nadie me ha dado una...
Se saldan maldiciones. Laura Rivas Arranz

Se saldan maldiciones

He salido de casa para quitarme al aire el calor del radiador y el parpadeo del fluorescente. El cielo está atiborrado de pájaros. Hace sol. Es tarde para evitar a una vieja que desde hace meses pide dinero en lengua desconocida y te escupe maldiciones cifradas si...
Ella, El, el Bosque y la Casa de tejas marrón chocolate. Cuento de Laura Rivas Arranz

Ella, Él, el Bosque y la Casa de tejas marrón chocolate

—¿Subimos a una barca? Le respondo que me pido los remos, o uno de los remos si es que también él quiere remar. Quiere. Redoblan los zapatos sobre el embarcadero breve de maderas viejas. Entre tablón y tablón asoma el río. Él camina ya firme sobre la barca. Yo, con...

¿Es ella?

Señalo a la mujer con vestido y velo negros, sentada en una silla el día de su boda. Junto a ella, de pie, el marido bigotudo y alto. Los dos nos observan serios desde el cartón de la fotografía. En el hombre casi nunca nos fijamos. —Que si es ella Fabiana… —Insisto,...

 Novelas


Dos historias sobre la dificultad de habitar mundos tan diferentes a los que soñábamos

Portada de la novela Pasos en la escalera de Laura Rivas Arranz

Pasos en la escalera

Enero. Un día al atardecer alguien cae al vacío por la ventana de un edificio.

Cuatro meses antes, una universitaria principiante se instala en el sexto piso. Subiendo y bajando por las escaleras, irá encontrándose con su vecinos: el niño-Batman, la niña fea, el médico del botiquín desmantelado, una abuela que extravía recuerdos, la dependienta que no vende, un escritor con batidoras en la maleta.

El perturbado del séptimo sabe que puedes leer sus pensamientos. En lo alto del edificio un astrónomo deprimido vigila con obstinación la luna.

Interesados, suban hasta la azotea. En caso de pérdida, sigan el rumor de pasos en la escalera.

Valoraciones de lectores 4,1 sobre 5. Pasos en la escalera
Portada de la novela "Rompecabezas"

Rompecabezas

Un colegio es un edificio gris habitado por alumnos de primera, de segunda y de tercera clase. Un lugar frecuentado por atracadores de recreos, ladrones de voces, niños invisibles. Esta es una historia sobre colegios, rompecabezas y niños algo rotos.

La narración abarca dieciséis horas en la vida de tres adolescentes, al borde de la mayoría de edad. Antes de adentrarse para siempre en el país de los adultos, los tres jóvenes exploran los rincones oscuros del colegio...

Valoraciones de lectores. 3,8 sobre 5. Rompecabezas
laurarivasarranz.com
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.